
I.- El
Encuentro: Calle San Agustín – Filosofía y Letras
Era una calle
angosta, ceñida y empedrada,
con iglesia,
palacio y un antiguo convento:
La vieja
facultad, con arcos, escaleras,
y un gran patio
central.
En esa
encrucijada, de cerca vigilada
por la única
torre de nuestra catedral.
En esa estrecha
calle, descubrí a mi princesa.
Percibí su
sonrisa, frágil como el cristal.
Su mirada
inocente me envolvió,
de repente, en
el frío escalón,
de aquel viejo
portal.
En esa estrecha
calle:
mi vida
comenzó.
II.- Declaración:
El Puerto
Sobre cemento
cúbico, dejados al azar.
Anochece en el
puerto, perfilado horizonte
de malvas y
celestes, de olor a sal.
Tu cuerpo junto
al mío, y ambos
frente al mar.
-¡Sí, quiero!
En el “Vespino”
rojo, de vuelta a la ciudad,
te robé el
primer beso, abreviado y fugaz.
Se lo llevó la
brisa, suave, de Junio.
III.- El Comienzo:
Jardines de Pedro Luis Alonso
Fue bajo los naranjos
de aquél jardín geométrico,
frente a los diminutos
surtidores de gotas,
que una y otra
vez, se hundían arqueados,
en la fuente
central de aguas cristalinas.
Sentados en el
banco de estrechas tablas verdes,
rastreaban nuestras manos, bajo el montón de ropa,
centímetro a centímetro, el tacto de la piel.
Subterráneas caricias, juegos prohibidos,
furtivos besuqueos, de labios encendidos,
golosos caramelos de dulce miel.
IV.- La madurez
– Reflexiones
Yo no madrugo para
que los dioses me ayuden.
Ni para que
amanezca más temprano.
Lo hago para
contemplar tu cuerpo desnudo.
Sin rozarlo, para
no despertarte,
una y otra vez lo
repaso con mis manos,
a una micra de
tu piel.
Necesito tu
calor, en este instante.
No dejaré
correr, sin saborearla,
ni una gota de
agua por tu cuerpo.
Aunque no haya
que beberla,
Con ella me
ahogaré.
No me hagas
llorar, que bien te quiero.
Salobre
prolongación de mi iris: lágrima.
Gota contenida,
que sin ti, muero.
Déjame que beba
de tu sentido común.
Me embriaga
tanta sensatez.
Déjame beber de
tu eterna paciencia.
No seré la gota
que el vaso colme.
Déjame empapado
de tu infinita ternura.
Que nunca me
secaré.
V.-
Los inconvenientes – Llueve
Se
desmorona el cielo en gotas siderales.
En minúsculas
partículas de H2 O.
Llueve.
Se impregna el
suelo de lágrimas celestes.
Olvidé mi
paraguas, en este jardín siempre hace sol.
Llueve.
Caracolas
minúsculas inundan tus cabellos, rizos naturales.
El agua
deambula por tus labios, remarcando su color.
Llueve.
En tu melena
rebusco arco-iris de siete colores.
Persigo,
distraído, con la vista el rocío en una flor.
Llueve.
La punta de mi
lengua toca el cielo de tu boca,
buscando los
sabores, vainilla y menta.
Llueve.
Las mariposas
blancas buscan refugio en tu cintura,
atraídas por la
luz,
Entre
algodonosas nubes, agujas infiltradas: tu frescura.
El cielo se
torna azul.
Ya no llueve.
VI.- Epílogo
Más
en la enfermedad que en la salud,
sean
estas rimas de libres versos,
una
declaración de amor y gratitud,
por
estar junto a mí, y por tus besos.
¡Te quiero!