Todo es mentira.
Hay tanta falsedad en lo que nos cuentan.
Ya es tarde. Ahora a quién le
digo yo, que no es verdad.
Que no existe el túnel, que no
viene ninguna luz a buscarte.
A quién le cuento yo que esto es
una mierda, que huele mal, que no hay luz y que hace frío, mucho frío.
Ni rastro de seres queridos y
conocidos que ya fallecieron.
Estáis equivocados. Anuncian la
muerte, proclaman la resurrección.
Predicáis sin conocer la
realidad.
¿Ha vuelto alguien para contarnos
lo que vieron? Un ciego, quizás.
Falsos profetas, charlatanes,
gordinflones locuaces, parlanchines calvos, impertinentes de la fe, mensajeros
de dioses, estúpidos necios... Todos
mienten, faltan a la verdad.
Pecadores, lanzad piedras y
seréis libres.
Predicadores del desierto,
torturad a los granos de arenas y a las rocas milenarias, con vuestras patrañas
y calumnias. Levantad vuestros falsos testimonios y farsas.
Todo es teatro, actores, luces,
público, escenario, telón y acción. Comienza la mentira más grande jamás
contada. La tragedia griega con sus máscaras inexpresivas.
Historias de la desidia y de la
indiferencia.
¿Por qué nadie me acompañó en mi
última cena?
¿Por qué nadie quiso comer
conmigo un mendrugo de pan y un sorbo de vino?
Yo no advertí ni la sangre, ni el
cuerpo de nadie.
Cené solo, bajo la sombra de un
ahorcado, suspendido de un olivo centenario. En el bosque de la ingratitud,
sobre un puñado de monedas.
Os habéis apresurado a vender mis
pertenencias a los mercaderes del templo.
Cerraron las puertas del arca,
justo antes del diluvio del universo. Se han llevado a todos los animales.
Me dejaron solo con los peces.
Ellos con branquias, yo con
pulmones.
Ellos sin memoria, yo con
historia.
Ellos bajo el agua, yo sobre las
tablas de los diez mandamientos.
Dios aprieta, pero no ahoga.
Hablo y nadie me responde. La
Torre de Babel está llena de cadáveres, que no paran de incomunicarse en
cientos de dialectos e idiomas distintos.
Busqué a Eva en el paraíso, entre
los árboles y bajo las piedras.
Tan sólo encontré una serpiente y
un puñado de manzanas verdes y podridas con gusanos. La única roja está ya
mordisqueada.
Yo, que he sido hijo único, no
entiendo por qué los hermanos, Caín y Abel, se matan a pedradas.
¿Hay alguien ahí? Necesito ayuda
para llevar la cruz. ¡Ya no queda nadie!
Entonces, quién me clavará.
Tendré que practicar la autoflagelación.
Coronado y Rey serás, dice el
cartelito del roscón de Reyes.
No esperaba ese tipo de coronas,
repletas de flores, que huelen a muerte.
“Tus amigos no te olvidan”
Yo, ya los olvidé, no me acuerdo
de quienes son mis amigos.
Y el Ángel del Señor, anunció a
María: volvemos en siete minutos.
La clepsidra comienza la cuenta
atrás: siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno.
Ignition...
Y el Espíritu Santo se lanzó al
espacio.
Ahórrate las cerillas,
incinerador, ya estoy quemado.
Una palabra tuya bastará para
sanarme, pero se hizo el silencio.
Dios mío. ¿Por qué me has
abandonado?
Nadie respondió.
Entonces es que, también, he
muerto en la vida, después de la vida.
Sigo a oscuras. Si hay algún
muerto ahí, que hable ahora o que calle para siempre.
No resucité al tercer día.
Todo es mentira.