Ayer robé al Jueves, ese día insulso de la semana,
anterior al Viernes y posterior al Miércoles: el Jueves.
Fue
irresistible, no sé porqué motivo, pero me abalancé súbitamente a por el cuarto
día de la semana.
Hoy, con sigilo, al amparo de la clandestinidad,
voy a robar el día 28, tampoco tengo una
razón especial en la elección del número, quizás mi subconsciente si la posea…
Un
sudor frío recorre mi frente, me estoy acostumbrando al hurto del tiempo, me
produce un estado de excitación e inquietud, un chute de adrenalina pura, el
robo del tiempo está creándome adicción, me está transformando en un cleptómano
de días y meses.
Las civilizaciones queriendo cuantificarlo todo, en
medir las cosas, la humanidad empeñada en atrapar el tiempo… relojes de sol, de
agua, de arena, atómicos, digitales, analógicos, de pulsera, de pared… adelantando
y atrasando horas en primaveras y en otoños… manipuladores de lo etéreo… Y, a
mí no se me ocurre otra cosa que desvalijarlo.
Estoy planificando ahora el atraco al almanaque del
mes de Octubre. Quiero que sea un golpe perfecto, que no deje huellas. Me están
vigilando, desde hace unos días he notado una presencia sutil de la policía
secreta de los meses. Creo que sospechan algo, pero no tienen pruebas, ni
siquiera uso reloj de pulsera.
Mañana robaré Octubre, conseguí despistar a los
agentes, están como locos, recorriendo oficinas y comercios, no se apartan de
los calendarios ni un instante… El sudor frío resbala con timidez por mi
frente: mañana robaré Octubre…
El
ladrón del tiempo.
A
los lectores: “Perdón por haberles robado su tiempo”.
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